jueves, 28 de octubre de 2010

FIESTA DE MUERTOS EN HUAQUECHULA

Puebla, México

Huaquechula, del náhuatl Cuauhtli: águila, Quecholli (abreviación de Tlahui Quechol-Tótotl), Tlahuitl: ocre rojo, Quecholli: plumaje hermoso, y Tótotl: ave o pájaro; “Pájaro de hermoso plumaje rojo”, y Lan, variante de Tlan: junto; dando como resultado Cuauhquechollan o “Junto a las hermosas plumas del águila”.
El jeroglífico de Huaquechula está formado por cinco circulitos con un águila y un cerro con el símbolo del mes Quecholli sobre el. La lectura del numeral es “Macuil Cuauhtli” o “Cinco Aguila”, que es el quinto día de la onceava trecena del Tonalámatl, por lo que la lectura completa del numeral con el cerro es: “Macuilcuauhtli Quecholli” o “Cinco Aguila del mes Quecholli”. Según Fray Bernardino de Sahagún, corresponde al 3 de noviembre del undécimo año de cada Tlapilli o período de 13 años. Como el día Cuauhtli del mes Quecholli es el día 5, no es necesario anteponerle el numeral 5, los mexicanos solo lo llamaron “Cuauhquecholli”. Hoy sabemos que Quauhquechollan es el lugar donde había un templo dedicado al águila (el sol), a quien en esa fecha, se le haría una gran celebración.
Huaquechula se encuentra a 28 km al sur de la bella ciudad colonial de Atlixco, sus habitantes se dedican a la agricultura, en ella se encuentra un convento franciscano de estilo barroco, construido en el siglo XVI. Su fiesta principal, que es la fiesta de muertos, se celebra del 28 de octubre al 2 de noviembre, y para ello sus habitantes se preparan levantando espectaculares y monumentales altares para las personas que fallecieron durante ese año.
Se sabe (según la tradición oral), que aproximadamente desde 1450 se empezaron a hacer las primeras ofrendas, las cuales eran de piedras labradas y sobre estas se colocaba una lámpara con el aceite de una semilla llamada “Egrilla”, que se hierve y se muele para obtenerlo, con el tiempo se sustituyó por velas. A la llegada de los españoles las costumbres fueron cambiando y para 1750, las ofrendas eran elaboradas de diferentes formas: se utilizaba una mesa cubierta con un manto morado y adornada con algunos de los elementos que todavía se siguen usando. Posteriormente la tela cambió de morada a negra, y alrededor de 1850, en vez de tela, se usaba papel crepé. Posterior a esta fecha se empezó a utilizar razo o satín de colores claros y los altares para las ofrendas se elaboran como se conocen hoy en día.
Las ofrendas de Huaquechula son los monumentos funerarios del siglo XVIII, en que a los colores fríos se les pone la viveza de los colores del gusto popular, como los barandales de cartulina, los barros vidriados y llenos de color, así como la talavera y el cristal, las flores, la fruta, la comida con receta especial para estas fechas, los panes de muertos, los rosquetes hueseros, los cigarrillos, las bebidas dulces o amargas, algunas de contenido alcohólico, las veladoras y las velas de cera pellizcada y elegantemente decoradas. Si la ofrenda o altar está dedicada a una persona adulta, se usan colores blanco y dorado. Si está dedicada a un niño y a las almas de todos aquellos que no fueron casados, se emplean colores rosa y amarillo. Los distintos niveles del altar están soportados generalmente por columnas de estilo barroco estípite (pilastras en forma de pirámide trunca, con la base menor hacia abajo). Son los “altareros” los encargados de confeccionar la ofrenda, a quienes se contrata para hacer la instalación y en quienes se deposita la tradición material de las características de los altares, cuyos precios oscilan entre los 500 y 2000 dólares, dependiendo del tamaño y la riqueza del ornato.
El 28 y 31 de octubre, y 1º de noviembre, se tocan las campanas a las dos de la tarde para recibir la llegada de las almas de los familiares muertos, por lo que se les extiende un camino de pétalos de cempoalxóchitl, que va desde la entrada principal de la casa hasta el pie del altar, donde se encuentra la ofrenda, lugar donde se da la comunión de parientes vivos y muertos, por lo que los anfitriones han realizado un “Altar Nuevo” en memoria del familiar que pereció en el transcurso del año, e invita a los visitantes a comer pipián, mole, chocolate, pan o lo que pueda ofrecerles de acuerdo a sus posibilidades. Los visitantes vivos llevan cirios adornados con ramos de tela.
En el primer nivel del altar, que representa al mundo terrenal, se ubica la foto del familiar fallecido reflejada en un espejo, por lo que se le ve indirectamente. El espejo representa la entrada al inframundo, es la expresión simbólica de la eternidad y de aquellos que “fueron pero ya no son”. Alrededor de la imagen reflejada en el espejo se colocan los alimentos ofrendados al difunto: frutas, comida y bebidas. A los lados de la imagen del difunto se colocan las imágenes de los “lloroncitos”, figuras de cerámica que representan a los deudos sufrientes, caso único en los Altares de Muertos en México, en el que se representa tanto a los fallecidos como a los familiares que lloran por el. Para los “muertos chiquitos”, que se recuerdan el 31 de octubre, se ofrecen dulces de alfeñiques en forma de borregos, patos, burritos. El pan, que es un elemento de origen europeo, dió un matiz enriquecedor a las ofrendas durante la época novohispana. Así, tenemos en los altares de Huaquechula panes en forma humana con los brazos cruzados, o de muerto yacente, que va cubierto con azúcar colorada que simboliza la sangre, unos en forma de moño, que simulan una calavera muy simplificada, y lo que no puede faltar es la hojaldra pringada de ajonjolí tostado que representa una calavera cruzada por las tibias.
El segundo nivel representa al cielo, en donde se colocan imágenes de ángeles en bulto y papel, así como a la Virgen María u otro santo católico, sobre todo de la orden franciscana, quienes interceden ante dios para que perdone los pecados del fallecido y le permita entrar a su reino. En este nivel la tela de satín blanco suele estar dispuesta en caprichosos pliegues que semejan nubes. Se incorporan elementos de la liturgia católica, como el cáliz con la hostia y ceras de diversos tamaños.
El tercer y/o cuarto nivel simboliza la cúspide celestial, con la presencia de una cruz, sola o con el crucificado, que preside desde lo alto de la estructura, la visita de los difuntos.
El 2 de noviembre los familiares visitan el cementerio desde muy temprano para limpiar y adornar las tumbas de sus muertos con gran variedad de flores. Se llevan alimentos de la ofrenda casera para depositarlos sobre la tumba, se le sahúma con copal, al igual que se hace en el altar de la casa.
Huaquechula es hoy un centro espiritual digno de ser admirado, donde la leyenda y la realidad se entrelazan con gran sentimiento y saber para honrar la memoria de sus muertos, muestra de grandeza de la fusión de las culturas indígenas con la tradición cristiana.

De manera muy especial quiero hacer patente mi agradecimiento a la Profesora Mireya López Zamorano, oriunda de Atlixco, compañera de trabajo y gran amiga, quien me facilitó la información para poder elaborar esta reseña.

“Cuando la muerte una guarida buscó,
en Huaquechula se encontró,
y después de ver sus ofrendas,
su místico encanto, para siempre, ahí dejó”.

Los Altares Monumentales de Huaquechula


Altar sencillo, que se coloca

despues de que pasó el primer

año del difunto.






















Cirio decorado con un

ramo de flores de tela.































Sahumador de cerámica

policromada.
































Columna salomónica,

rematada con un

"lloroncito".



























Tercer Nivel del Altar.

Cristo preside la visita de

los muertos.














Segundo nivel:

La unión entre lo

humano y lo divino.


















Primer Nivel:

El Mundo Terrenal, con la

foto del difunto y los

alimentos que se

le ofrendan.













Los "lloroncitos" representan

el llanto de los deudos por el

familiar fallecido.












AltarMonumental dedicado

a una niña que murió en un

accidente, por lo cual se utiliza

razo rosa.
















Otro Altar Monumental.






















Dedicado a un adulto.












El amor por los muertos

inspira esta obra de arte.














Ante un Altar Monumental en Huaquechula